1 Muchos de los colonos que llegaron a América durante la colonia provenían del continente africano. A diferencia de los colonos de Europa, éstos no vinieron por voluntad propia. Llegaron al Nuevo Mundo durante los siglos XVII y XVIII en barcos de esclavos, como parte de un triángulo comercial.
2 El comercio de esclavos era una propuesta que generaba dinero en tres etapas. En la primera, los barcos cargados con objetos europeos viajaban hacia la costa occidental africana. Allí la carga de artículos tales como telas, armas y hierro europeos se intercambiaba por gente africana. En la segunda etapa del proceso, se obligaba a los africanos a abordar un barco de esclavos. Los transportaban a América, donde eran vendidos como esclavos. En el paso final, regresaban a los puertos de Europa los barcos cargados con productos americanos, tales como tabaco y azúcar.
3 La costa occidental africana se convirtió en hogar de los comerciantes que se dedicaban a proporcionar africanos para los barcos de esclavos que arribaban sin cesar. Pero esos comerciantes no capturaban a los esclavos. En lugar de ello, llegaban a acuerdos comerciales con africanos nativos para que manejaran esa parte de la tarea. A los esclavos se los capturaba de diversas maneras. Algunas veces eran secuestrados, otras eran capturados en peleas entre estados vecinos. Se los llevaba a los comerciantes de esclavos sobre la costa y se los mantenía en cautiverio hasta el arribo del siguiente barco.
4 Mientras estaban cautivos, los esclavos no tenían idea de hacia dónde los llevarían ni qué les sucedería después. Nunca nadie había regresado de la esclavitud para contar la historia.
5 Las descripciones del Pasaje Intermedio, o el cruce del Atlántico desde África hasta América, demuestran que esa vida no era apta para seres humanos. Había cientos de personas amontonadas una junto a otra en las bodegas de los barcos. Con frecuencia el espacio era tan pequeño que una persona no podía ponerse de pie. Los esclavos eran encadenados entre sí con grilletes en los tobillos. No podían respirar aire puro, ni tenían privacidad. Como se los consideraba una propiedad, que se vendería al llegar a América, los capitanes de los barcos se aseguraban de alimentarlos. Aún así, muchos esclavos murieron durante el largo cruce del Atlántico.
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